El consumo de analgésicos, a
menos que no sea absolutamente necesario en condiciones de dolor extremo, es un
acto de supresión y destrucción de la inteligencia curativa del organismo.
Cuando está enfermo, el cuerpo
puede requerir señales de dolor para provocar la respuesta inmunológica
apropiada con vistas a eliminar las toxinas de una zona del cuerpo concreta y
evitar que el individuo siga causándose daño.
El
dolor no es una enfermedad y, por tanto, no debe ser tratado como tal.
El dolor es la respuesta natural del organismo a la congestión y su posterior
deshidratación o malnutrición de las células y los tejidos.
En la mayoría de los casos se
produce dolor cuando una de las hormonas de <<primeros auxilios>>
del cerebro, llamada histamina, se
segrega en grandes cantidades y pasa por los nervios del dolor que se hallan
cerca de una zona congestionada.
La repentina supresión del dolor es como cortar los cables
de la alarma que protege una casa:
Cuando entre un ladrón en la casa nadie lo notará. Al
cortar la comunicación con el cerebro, el cuerpo es incapaz de eliminar las
toxinas y las proteínas sanguíneas que están retenidas, y el efecto destructivo
de las mismas puede pasar inadvertido.
Los medicamentos contra el dolor
no sólo mantienen al cuerpo en la ignorancia de un problema físico determinado,
sino que además sabotean sus esfuerzos de curación. El consumo regular de
analgésicos suprime la producción de endorfinas en el cerebro, además de causar
dependencia con respecto a los fármacos. Esto también disminuye el nivel de
tolerancia del cuerpo al dolor, haciendo que incluso los pequeños problemas de
congestión resulten muy dolorosos.
Hay personas que han abusado
tanto de su cuerpo en este sentido que sufren dolores crónicos, aunque la causa
del problema sea realmente insignificante.
“Los fármacos pocas veces curan una
enfermedad. Simplemente silencian la protesta de la naturaleza y atenúan las
señales de peligro que ésta levanta en la vía de la trasgresión.
Cualquier veneno que penetra en el
cuerpo pasa cuenta más tarde, aunque palie los síntomas actuales. Puede que el
dolor desaparezca, pero el paciente queda en peores condiciones, aunque en ese
momento no sea consciente de ello” Daniel H.Kress, médico.
La siguiente lista refleja
soluciones alternativas para paliar el dolor sin interferir en los esfuerzos
que hace el cuerpo para curarse a si mismo, todas ellas deben ser prescritas
por un profesional de la Naturopatía:
Boswelia:
Es una hierba ayurvedica que alivia el dolor y mejora la movilidad de las
personas con artritis, es también anticancerosa y antitumoral, además de
reducir los niveles de lípidos en sangre.
Bromelaína:
Es una enzima que se encuentra en el tronco de la piña, tiene efectos antiinflamatorios.
Cayena:
En crema alivia el dolor de la zona afectada
Garra
de diablo o Harpagofito: Calma los dolores de rodilla y cadera, No
recomendado si se sufre cálculos biliares, acidez de estomago o ulceras.
Borraja
(GLA ácido gamma-linolénico): Reduce la inflamación de las
articulaciones
DHA y
EPA (aceites grasos esenciales): Reducen la inflamación de
articulaciones y activan la lubricidad.
MSM,
Metilsulfonilmetano: Se trata de azufre orgánico que sirve de
antiinflamatorio natural.
S-Adenosilmetionina:
Evita la pérdida de agua en el cartílago, manteniendo las articulaciones más
flexibles.
Precaución: Si se toma
cualquiera de las sustancias citadas, conviene evitar el consumo de fármacos
antiinflamatorios no esteroideos, como la aspirina o el iburoprofeno, a fin de
evitar reacciones adversas, siempre bajo la tutela de un profesional.
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