Ya sea porque
no hay tiempo o porque no hay ganas, la dieta estándar tiene muchas fugas de elementos
necesarios para un estado óptimo salud.
Realizar
una alimentación saludable está al
alcance de todos, pero el problema es que, debido a las circunstancias que
tenemos que afrontar día a día nuestras situaciones personales y laborales,
puede ser difícil o dar pereza. cocinar productos integrales, lavar en el
último momento la verdura, evitar las conservas, evitar la repostería, etc,
implica una cierta dedicación y una determinada renuncia: mucha gente no puede
permitirse ese tiempo o no está dispuesta a dejar algunos alimentos. Pero se nos olvida algo: alimentación no es sinónimo de nutrición y la dieta debe adaptarse a los requerimientos de cada tipo de trabajo, considerando el ritmo laboral.
A
más ritmo y exigencia, pues aumentan las necesidades de nutrientes, pero no nos
sirve comer más sin más, sino que sigue siendo imprescindible mantener el
equilibrio entre carbohidratos, lípidos, proteínas y micronutrientes (aumentan
las necesidades de vitaminas del grupo B, vitamina C, vitamina E, zinc, magnesio
y selenio).
De
lo contrario, aparecen bajos rendimientos, lesiones o alteraciones de salud.
Muchas
personas descansan poco y además duermen mal. Se levantan al último momento y
desayunan poco y mal.
Esto
genera un estado matutino de irritabilidad y bajo rendimiento, hasta que, a la
hora de comer, se comen “lo que sea” y la digestión es larga y somnífera,
reduciendo el ritmo y obligando a tomar estimulantes (café, refrescos, tabaco…)
que los dejan activos hasta altas horas de la noche. Si, encima, cenan tarde y
copiosamente, se acentúa el insomnio y vuelta a empezar.
El
círculo vicioso está servido y puede desencadenar en estrés y enfermedad.
De
todos los trabajos, los que implican una gran responsabilidad y los que cambian
de turno periódicamente, son los que más riesgo de alteración nerviosa
implican. En el primer caso, sanitarios, profesores, terapeutas y altos cargos
suelen padecer frecuentemente de estrés y el Burn out (“Síndrome de estar
quemado”). En el segundo, los cambios en el ritmo circadiano pueden provocar
insomnio, irritabilidad y cefaleas. El ajuste de la dieta al tipo de actividad
es esencial.
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